miércoles, 6 de marzo de 2013

HORRORES POSTAPOCALÍPTICOS PRESENTA:

El Rastro.

En estas tierras nos convertimos automáticamente en una especie de súperhumanos, debido a la composición de la atmósfera y el agua, por lo que la gente no muere jamás por causas naturales, accidentes, ni mucho menos intoxicada. Para evitar la sobrepoblación, el gobierno tuvo que idear un programa de “limpieza”, que consiste en elegir aleatoriamente, por medio de una tómbola, a un ciudadano, exceptuando a los grandes artistas y científicos que estén considerados como de alto valor, y con prioridad de acuerdo a la edad, para ser sacrificado de la única forma posible: decapitación. Por supuesto, se tiene la compasión de anestesiar al sujeto y darle una última oportunidad de seguir viviendo: participar en un juego de mesa o deportivo que, de ganarlo, le garantiza irse a su casa y esperar a que el sorteo lo desfavorezca de nuevo.

Cuando la tómbola escupa el nombre de alguno de ustedes, tocará a su puerta un representante de la oficina de la Torre de Designación de Destino Final (conocida coloquialmente como “El Rastro”), y extenderá un documento que especifica el día y la hora en que la persona debe presentarse en la marmórea escalinata de la TDDF, y en qué consiste el reto que enfrentará. No intenten huir o esconderse, porque la pena es el degüello inmediato, sin derecho a juego, y siempre dan con los miedosos.

Desde luego, aquí entre nos, los ricos y los políticos rara vez se ven obligados a comparecer, o suelen salir victoriosos de su prueba, sin un monitoreo público adecuado, o porque los dejaron ganar deliberadamente. A eso se debe la manifestación que vimos al pasar por la plaza, y les aseguro que la próxima semana el líder de los rebeldes tendrá que visitar el rastro, y que le tocará jugar ajedrez con la máquina, algo casi imposible de ganar. Así son las cosas.

En fin, hemos llegado a su condominio. Felicidades por haber sobrevivido a la segunda hecatombe terrestre, y sobre todo por haber sabido utilizar el transbordador SER-45, que los trajo automáticamente hasta aquí. Ahora sólo les deseo que se adapten a esta nueva sociedad donde ya no contamos con la única democracia real que teníamos antes, la de la muerte.

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